Noches sin copyright


















(Por Marianela Primo) La consigna dada por la profesora, esta mañana, es más que clara: realizar una monografía sobre “Infancia marginal”. Los alumnos volvemos a casa con la entera decisión de concretar ese trabajo hoy mismo.

Imagino el regreso de todos: coloridas mochilas van quedando al paso de cada joven que vuelve con la sola idea del almuerzo más suculento. Disfruto de cada sabor y hasta decido involucrar mis dedos en el control remoto. Sé que todavía me espera una jornada extensa: la del papel de sabueso rastreador de la verdad, la que me traerá la noche aunque no le tenga miedo. Mucho antes, mi escritorio rebasará de datos, de fotografías, de testimonios, de realidad.

Pasada ya la hora de sobremesa, no puedo despegar la mirada de aquella fabulosa serie norteamericana, cuya segunda temporada se estrena hoy, y que narra la historia de cuatro jóvenes que se parecen mucho a nosotros aunque, en realidad, nosotros nos pareceríamos a ellos si viviéramos en su país.

Cuando por fin una tanda publicitaria sobre telefonía celular -que parece inmortal- descarría este embelezo, todavía puedo ubicarme en la mesa, con mis padres, en aquel comedor tan iluminado que patrocinan los tres ventanales. Papá decidió incluirlos cuando imaginó este hogar, para que sus hijos transitaran tardes eternas de lectura en el sillón grande, el que lo albergaba a él desde pequeño, durante la misma actividad.

Advierto, de repente, que debajo del televisor, en el estante donde siempre hubo revistas, hoy también las hay. Pero sólo hoy las vigilo con una curiosidad distinta porque hoy es el día en que voy a atreverme a ojearlas, sospechando que proporcionarán parte importante de la información que necesito.

Quizá mis amigos puedan prestarme algunos libros. Seguro que ahora ellos están “conectados”. Ahora sí, encuentro una idea con la suficiente fuerza como para vencer el capítulo que hoy se estrenaba, aunque de todos modos acaba de terminar. El botón rojo del control remoto, mientras se repone de mis órdenes, me ve subir al encuentro de la PC.

Ya son las cuatro de la tarde y el sol empieza a importunar. Sin embargo, este cuarto es más que cómodo para hacer la tarea. Pero antes, la pantalla de la máquina que acaba de encenderse, despliega una ventana celeste que invita a iniciar sesión y reencontrarme con mis compañeros, a los que hace ya tres largas horas que no veo.

Entre debate y debate, e intercambio de opiniones sobre cómo encarar esta comprometida investigación, las agujas del reloj se apresuran, como si afuera la luna les prometiera revelar un misterio. La cabeza ya me duele y no queda otra que echar mano a lo que prometí no volver a hacer aquella noche en la que me sentí Judas.

Internet me ofrece todo lo que necesito y los datos aparecen en párrafos ya redactados por alguien a quien no conozco pero que, sólo en oportunidades tan extremas, me atrevo a tenerle confianza.

Abro la auxiliadora ventana del Explorer y no tardo en tipear el nombre del buscador más acudido por los jóvenes en situación de investigación. “Infancia marginal”, es todo mi trabajo sobre el teclado.

Restringiendo mi búsqueda sólo a portales argentinos, 16.273 páginas se arrojan como resultado. Sin criterio de selección -estoy segura que en la web hay gente inteligente- escojo algunas como para lograr el collage más completo. Siento culpa, pero ya es tarde. Además, copiar fragmentos y pegarlos en un documento de Word también exige su esfuerzo, ¿o no? Por ejemplo, debí tomarme el trabajo de reemplazar muchas palabras confusas que jamás hubieran salido de mi boca.

Sí, de acuerdo, un tema tan controvertido y tan real de nuestras épocas y tan omnipresente en esta misma ciudad quizá hubiera requerido, precisamente, mayor contacto con la realidad, con las víctimas. También podría haber hecho mis propias observaciones y reflejar una conclusión personal.

Está bien. Pero aunque cada tanto delegue mis criterios a gente desconocida, no quiere decir que la tarea, siempre ya resuelta por otro, atrofie mi capacidad adquirida de interpretación y de creación.

El título del trabajo fue mío: “La infancia y la marginalidad”.


(Relato publicado en www.prensared.com.ar y producido en el Taller de Redacción Periodística del Cispren y Radio Nacional Córdoba, coordinado por Alexis Oliva).

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