El corto de la iraní Samira Makhmalbaf es el que abre esta película colectiva, realizada en 2002 por 11 cineastas de distintos países y con una duración simbólica (11 minutos, 9 segundos y 1 imagen) que evoca la fecha del ataque al World Trade Center, donde murieron cerca de tres mil personas.
La directora es una joven cineasta nacida en 1980, que dirigió su primer filme (La Manzana) a los 17 años. Invitada para este proyecto -en el que no defraudan los cortos de nombres consagrados como Claude Lelouch, Ken Loach y Sean Penn-, Makhmalbaf se despacha con una brillante y provocativa historia donde una maestra afgana se empecina en que sus alumnos de primaria se conduelan con las víctimas del atentado ocurrido en la víspera.
Los pequeños -irónicamente, casi seguros destinatarios de la inminente represalia del 11-S- no alcanzan a comprender qué ha ocurrido, se conmueven por dramas más cotidianos y se terminan embarcando en una profunda discusión teológica, desalentada por la docente que les reprocha su insensibilidad. Ellos no saben lo que es un teléfono celular, pero conocen por obligación -económica y prontamente bélica- la tecnología del ladrillo.
“Quería mostrar cómo una niña oriental, que nunca ha visto Nueva York ni sus torres, que lo ignora todo acerca del modo de vida occidental, se ve afectada por el proceso de mundialización, cómo esos acontecimientos pueden cambiar el curso de su vida. Quería mostrar cómo la destrucción de dos torres en una ciudad occidental puede provocar la destrucción de muchas ciudades en Oriente”.
Esto expresa la directora, pero su trabajo va más allá y genera preguntas que interpelan a la posición de cualquier docente frente a cuestiones como la globalización, la tecnología y la información:
-¿Es significativa para los niños la información que transmite la maestra?
-¿El acceso a las TIC garantiza una incorporación autónoma y creativa al universo de lo global?
-¿El estar bien informados presupone una mayor sensibilidad frente a los dramas humanos ajenos?
2 comentarios:
El video no plantea una situación muy diferente a la de cualquier docente en Córdoba preguntando por algún hecho en nuestro propio país. Está bueno como disparador, pero los diálogos de los niños me parecen un poco forzados, adultamente correctos para los que esperan (mos) escuchar ese tipo de ironías. No estoy subestimando niños (antes que alguno me salte a la yugular) sólo planteo que a veces nos gusta ver lo que convence sólo a los convencidos, sin movernos demasiado del lugar. Habría que ver que sale de trabajarlo grupalmente.
Pésimamente elegido el tema. El corto deja muchísimo que desear. El trasfondo es una moralina que coloniza a la escuela y con ella a los pueblos en pro de las naciones o grupos de poder dominantes, el resultado, el empobrecimiento del espíritu (en particular, para que éste se piense y se sepa libre).
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