El paradigma del conocimiento colaborativo

Ilustración de Walter y Fabián Piedras


(Por Guillermo Oliva) Tengo una noticia para darles. Pero primero les pido que se tomen unos minutitos y naveguen en su historia personal. Quiero que vuelvan a las primeras clases en la escuela y recuerden a su señorita, la que les enseño las primeras letras. Esa que les leyó los primeros cuentos, que les deleitó con su voz en lugares y situaciones que ingresaban a sus cabezas a través de esa hermosa voz. Recuerden esos primeros cuentos, aquellas aventuras de animales que hablaban, donde siempre el bueno y el malo eran fácilmente diferenciables, donde lo bueno, lo dulce, lo seguro eran los lugares donde queríamos estar.

Bueno, si pudieron recordar aquello, están todavía embelezados como yo, escuchando aquellas dulces vivencias.


Lamentablemente, la noticia es mala: nosotros crecimos, ahora leemos solos y el mundo cambió, como nosotros. Y las formas de la educación deberían darse por enteradas, me parece.


Ahora, les propongo que naveguen conmigo y veamos algunas cuestiones interesantes, para que después entre todos podamos definir qué quiere decir esto de aprender.



Primera Parte del Video de Roger Schank


Segunda Parte del Video de Roger Schank


¿Quien es Roger Schank? (en inglés)



Entonces, estamos hablando de aprender a través de la práctica. Y también, de crear nuevos conocimientos. Y por qué no, hablamos de distintos conocimientos; o mejor dicho, caminos hacia el mismo conocimiento, al que arribamos desde distintos lugares. Porque somos individuos distintos, que vivimos distinto y entendemos de acuerdo a nuestras vivencias pasadas, por lo que las mismas palabras pueden producirnos distintos “efectos”. Si lo que buscamos son esos “efectos”, debemos encontrar todas las palabras que nos hagan llegar a los mismos conocimientos o efectos.


Además de la última reflexión, quiero mostrar una última cuestión. Antes el conocimiento era de unos pocos. Los eruditos, que eran los que poseían, nos iluminaban con “su conocimiento” y nos indicaban cuál era el camino correcto. Ellos tenían la capacidad de decir qué estaba bien y qué estaba mal. A este paradigma del conocimiento todos lo conocimos porque fuimos educados en él.


Aquí me tomo una licencia y les transcribo lo que un amigo me hizo saber sobre cómo planteó esto un gran pensador como Michel Foucault, en El orden del discurso, cuando describe a las “sociedades de discursos”, cuya finalidad es “conservar o producir discursos, pero para hacerlos circular en un espacio cerrado, distribuyéndolos nada más que según reglas estrictas y sin que los detentadores sean desposeídos de la función de distribución. Un modelo arcaico nos viene sugerido por esos grupos de rapsodas que poseían el conocimiento de los poemas para recitarlos, o eventualmente para variarlos y transformarlos; pero este conocimiento, aunque tuviese como fin una recitación que permanecía ritual, se protegía, defendía y conservaba en un grupo determinado, debido a los ejercicios de memoria, a menudo complejos, que implicaba; el aprendizaje permitía entrar a la vez en un grupo y en un secreto, que la recitación manifestaba pero no divulgaba; entre el habla y la audición los papeles no se intercambiaban.

Pero existen aún bastantes otras, que funcionan según otro modelo, según otro régimen de exclusivas y de divulgación: piénsese en el secreto técnico o científico, piénsese en las formas de difusión o de circulación del discurso médico; piénsese en aquellos que se han apropiado el discurso económico o político”.


Pero hoy existe un nuevo paradigma, que se basa en otros preceptos y en muchas formas se enfrenta con el anterior y es revolucionario. Se llama el paradigma colaborativo, y su principal exponente es Wikipedia.


¿Cómo es esto? La idea es simple. Si muchas personas leen una información y cualquiera puede cambiarla, lo que quede al final será lo que la mayoría considere correcto. Es decir que este conocimiento es un consenso de lo que piensa la mayoría o en cierta forma una democratización del conocimiento.


Es en este punto donde la WEB 2.0, el software libre, lo colaborativo, los Wiki y tantas otras cosas pasan a tener relevancia, a delimitar un nuevo mundo... nuestro mundo.


Por último no puedo dejar de pedirles que lean lo que Wikipedia recomienda a la hora de compartir conocimientos
.

http://es.wikipedia.org/wiki/Wikipedia:%20Los_cinco_pilares


Espero esto sirva de disparador para repensar nuestro trabajo y lo que hacemos.

La “claustrofilia”, por Sandra Russo

“En los hogares de hoy se entroniza la claustrofilia, es decir,
el apego al claustro en el que el individuo autosuficiente de hoy
tiene todo lo que cree que necesita”.

“Si esta época tiene alguna característica que la particularice, es precisamente la proliferación de características opuestas. No hay tendencias, sino pares de ellas, y todas son radicales, extremas, neuróticas. Cualquier relleno trae aparejada la falla por la que el relleno desaparecerá, provocando cierta clase de vacío que derivará en diversas formas de protesta (o de esperanza, si hablamos de las dicotomías que nos nublan). Protestas (o esperanzas) individuales, porque cada vez más nos autopercibimos como Robinsons Crusoe, y los hay por millones. Cada vez más creemos que aquello que nos pasa a todos nos está pasando exclusivamente a cada uno de nosotros.

(…)

En su libro El eros electrónico (Taurus), el sociólogo español Román Gubern analiza soberbiamente los fenómenos emocionales, afectivos y cotidianos que surgen de las nuevas tecnologías mediáticas. En uno de los capítulos en los que Gubern se concentra en el ámbito en el que esos fenómenos ocurren, habla de la “hogarótica”, es decir, de los hogares de hoy, distintos a los de ayer, en los que se entroniza una de las tendencias más fuertes de los últimos tiempos: la claustrofilia, es decir, el apego al claustro en el que el individuo autosuficiente de hoy tiene todo lo que cree que necesita, desde calefacción o aire acondicionado a Internet, desde freezer y microondas a televisión. La claustrofilia se opone a la agorafilia, la tendencia a hallar en el afuera los estímulos tribales que hoy los individuos obtienen apenas en los recitales, los partidos de fútbol o las plazas públicas.

La semana pasada, en Buenos Aires, Philips presentó su nueva línea de productos, una de cuyas estrellas son los televisores planos, que podrían colgarse de una pared como cuadros. En su libro, Gubern desliza que aun está por estudiarse el impacto de los televisores en los salones burgueses, cuyas paredes han ido lentamente perdiendo sus cuadros como señal de distinción y objetos mirables, para abandonarse al goce del Home Cinema: hace unos años, los televisores se encondían. Hoy las últimas tendencias en decoración sugieren dejarlos a la vista, subrayar su status de altar pagano y dejar que la ubicación de los sillones del living evidencien que la familia ya no se reúne frente a la chimenea, sino frente a la pantalla.

Otro sociólogo, Tomás Maldonado, halló en la tendencia de opuestos “selva-fortín” otro de las principales rasgos de la época. La selva es el territorio de los otros, generalmente desintegrados al sistema. El fortín es el hogar bien provisto de barreras. Dos miedos dominan a los habitantes del fortín: el miedo a la intrusión humana, en forma de ladrones o usurpadores, y el miedo a la pérdida de la privacidad, en forma de micrófonos o teleobjetivos. Una casa protegida, completamente opaca a los ojos de los otros, situada en el extremo opuesto de esa otra casa que se montó en Chile y ahora causa furor en España: la casa transparente, en la que su única habitante se deja ver comiendo, durmiendo, bañándose, haciendo sus necesidades o el amor, una casa catártica, obscena.

Mientras tienen lugar estas tendencias opuestas, un estudio del Instituto Nacional de Estadísticas francés reveló que en los últimos años las conversaciones directas entre las personas y los comerciantes de sus barrios disminuyeron un 26 por ciento, las charlas con amigos, un 17 por ciento, con los colegas del trabajo, un 12 por ciento, y con los miembros de la propia familia, un 7 por ciento. Lo que no disminuyó, sino aumentó, es el uso del teléfono. A la casa-fortín el mundo entra por el enchufe".

(La periodista Sandra Russo, columnista de Página 12, escribió este texto en julio de 2000, con el título “Hogares nuevos”. Fuente: http://www.sandrarusso.com.ar/).

Aprender a aprender: el cerebro de Sherlock Holmes

Robert Downey Junior, en la más reciente versión
cinematográfica del detective londinense


(Por Alexis Oliva)

Sir Arthur Conan Doyle (Edimburgo, Escocia, 1859 – Crowborough, Inglaterra, 1930) fue un hombre de vocaciones erráticas. Formado en un colegio católico, devino en agnóstico empedernido. Graduado y doctorado como médico en la Universidad de Edimburgo, terminó consagrándose al arte de escribir.

Prolífico autor de novelas históricas y de ciencia ficción, se lo conoce mundialmente por ser uno de los creadores del género policial clásico, pero sobre todo por ser el padre del detective Sherlock Holmes, arquetipo del sagaz investigador que aplica la lógica deductiva para aclarar crímenes misteriosos (1).

Es en Estudio en Escarlata, publicada en 1887, donde el escritor presenta al alto y delgado detective de la pipa, capote, gabardina y gorra de cazador, y a quien será su compañero de aventuras, el doctor John H. Watson, jubilado como médico del ejército.

Ambos solteros, alquilan a medias un departamento, del que Holmes entraba y salía a horas insólitas y recibía personajes dispares y extraños, despertando la curiosidad de su compañero acerca de su verdadera ocupación.

Así, el capítulo II: “La ciencia de la deducción” muestra cómo Watson elabora una lista de los conocimientos y habilidades de su misterioso compañero:

1. Literatura: Cero.
2. Filosofía: Cero.
3. Astronomía: Cero.
4. Política: Ligeros.
5. Botánica: Desiguales. Al corriente sobre la belladona, opio y venenos en general.
Ignora todo lo referente al cultivo práctico.
6. Geología: Conocimientos prácticos, pero limitados. Distingue de un golpe de vista la clase de tierras. Después de sus paseos me ha mostrado las salpicaduras que había en sus pantalones, indicándome, por su color y consistencia, en qué parte de Londres le habían saltado.
7. Química: Exactos, pero no sistemáticos.
8. Anatomía: Profundos.
9. Literatura sensacionalista: Inmensos. Parece conocer con todo detalle todos los crímenes perpetrados en un siglo.
10. Toca el violín.
11. Experto boxeador y esgrimista de palo y espada.
12. Posee conocimientos prácticos de las leyes de Inglaterra.

Llevaba ya inscrito en mi lista todo eso cuando la tiré, desesperado, al fuego, diciéndome a mí mismo: “Si el coordinar todos estos conocimientos y descubrir una profesión en la que se requieren todos ellos resulta el único modo de dar con la finalidad que este hombre busca, puedo desde ahora renunciar a mi propósito”.

Sobre todo, Watson se sorprendía del desconocimiento de Holmes sobre la teoría heliocéntrica demostrada por Nicolás Copérnico en el siglo XVI: Me resultó tan extraordinario el que en nuestro siglo XIX hubiese una persona civilizada que ignorase que la Tierra gira alrededor del Sol, que me costó trabajo darlo por bueno.

Ilustración de Sidney Paget

—Parece que se ha asombrado usted —me dijo sonriendo, al ver mi expresión de sorpresa—. Pues bien: ahora que ya lo sé, haré todo lo posible por olvidarlo.
—¡Por olvidarlo!
—Me explicaré —dijo—. Yo creo que, originariamente, el cerebro de una persona es como un pequeño ático vacío en el que hay que meter el mobiliario que uno prefiera. Las gentes necias amontonan en ese ático toda la madera que encuentran a mano, y así resulta que no queda espacio en él para los conocimientos que podrían serles útiles, o, en el mejor de los casos, esos conocimientos se encuentran tan revueltos con otra montonera de cosas, que les resulta difícil dar con ellos. Pues bien: el artesano hábil tiene muchísimo cuidado con lo que mete en el ático del cerebro. Sólo admite en el mismo las herramientas que pueden ayudarle a realizar su labor; pero de éstas sí que tiene un gran surtido y lo guarda en el orden más perfecto. Es un error el creer que la pequeña habitación tiene paredes elásticas y que puede ensancharse indefinidamente. Créame llega un momento en que cada conocimiento nuevo que se agrega supone el olvido de algo que ya se conocía. Por consiguiente, es de la mayor importancia no dejar que los datos inútiles desplacen a los útiles.
(2)
—Pero ¡lo del sistema solar! —dije yo con acento de protesta.
—¿Y qué diablos supone para mí? —me interrumpió él con impaciencia—. Me asegura usted que giramos alrededor del Sol. Aunque girásemos alrededor de la Luna, ello no supondría para mí o para mi labor la más insignificante diferencia.

Es una de las versiones más originales del “aprender a aprender”, la modalidad de conocimiento más adecuada para nuestro tiempo, formulada paradójicamente en una época de auge de la educación enciclopedista.

Finalmente, Sherlock se apiada del doctor Watson y le revela su trabajo de “detective consultor”, pero nunca dejará de sorprenderlo con su aguda capacidad para pensar distinto y alumbrar la verdad.


(1) En realidad, el precursor del género es el norteamericano Edgar Allan Poe, con su detective Auguste Dupin, protagonista desde 1840 de novelas como El escarabajo de oro, La carta robada y Los crímenes de la calle Morgue.
(2) El destacado es nuestro.

Recortes: Cibercultura y educación, según Pierre Lévy






Ilustración de Silvina Nicastro (La Nación)




"Toda reflexión seria sobre el futuro de los sistemas de educación y capacitación en la cibercultura debe basarse en un análisis de los cambios que experimenta nuestra relación con el conocimiento. En este sentido, la primera observación se refiere a la velocidad de la renovación del saber y del saber hacer. Por primera vez en la historia de la humanidad, la mayor parte de los conocimientos adquiridos por una persona al inicio de su vida profesional, serán obsoletos al final de su carrera. La segunda observación, estrechamente ligada a la primera, concierne a la nueva naturaleza del trabajo, en la que la transacción de conocimientos cobra cada vez mayor importancia. Cada vez más, trabajar es aprender, transmitir y producir conocimientos. Tercera observación: el ciberespacio constituye un soporte para las tecnologías intelectuales que amplifican, exteriorizan y modifican numerosas funciones cognitivas del ser humano: la memoria (bases de datos, hiper-documentos, archivos numéricos de todo tipo), la imaginación (simulaciones), la percepción (sensores numéricos, telepresencia, realidades virtuales), los razonamientos (inteligencia artificial, modelización de fenómenos complejos). Estas tecnologías intelectuales favorecen:

-nuevas formas de acceso a la información: navegación hiperdocumental, rastreo de la información por medio de "motores de búsqueda", knowbots, exploración contextual mediante mapas dinámicos de datos,

-nuevos estilos de razonamiento y conocimiento, como la simulación, verdadera industrialización del pensamiento, que no se basa ni en la deducción lógica ni en la inducción a partir de la experiencia.

El hecho de que estas tecnologías intelectuales, en particular las memorias dinámicas, puedan materializarse en documentos numéricos o en programas informáticos disponibles en redes (o fácilmente reproducibles y transferibles), permite que éstas puedan ser compartidas por un gran número de individuos, incrementando así el potencial de inteligencia colectiva de los grupos humanos.

El flujo del saber, el trabajo como transacción de conocimientos, las nuevas tecnologías de la inteligencia individual y colectiva cambian profundamente nuestro enfoque de la educación y la capacitación. Lo que hace falta aprender ya no puede planificarse ni predefinirse con exactitud. La definición y adquisición de competencias son individuales, por lo que, crecientemente, pueden canalizarse menos en programas o carreras válidas para todo el mundo. Debemos crear nuevos modelos para representar el espacio del conocimiento. Debemos sustituir la representación tradicional - escalones lineares y paralelos, pirámides estructuradas por "niveles", organizados por la noción de prerrequisito y convergiendo hacia grados superiores del conocimiento - por una imagen de espacios de conocimientos emergentes y en flujo, abiertos, continuos, no lineares, que se reorganizan según objetivos o contextos, ocupando en cada uno de ellos una posición singular y variable.

Los sistemas de educación y formación deben afrontar dos grandes reformas. En primer lugar, la adaptación e integración de los dispositivos y la filosofía del AAD (aprendizaje abierto y a distancia) a las prácticas habituales de la educación. El AAD utiliza ciertas técnicas de enseñanza a distancia, incluyendo los hipermedios, redes de comunicación interactivas y todas las tecnologías intelectuales de la cibercultura. Pero lo esencial reside en un nuevo estilo pedagógico, que favorece, al mismo tiempo, el aprendizaje personalizado y el aprendizaje cooperativo en red. En este contexto, quien enseña debe estimular la inteligencia colectiva de sus estudiantes en vez de ser un mero proveedor de conocimientos.

La segunda reforma se refiere al reconocimiento de lo adquirido. Si las personas aprenden en sus experiencias sociales y profesionales, si la escuela y la universidad pierden progresivamente su monopolio en la creación y transmisión de conocimientos, los sistemas de educación pueden al menos asumir una nueva misión: orientar las carreras individuales en los espacios del saber y contribuir al reconocimiento del conjunto de capacidades de los individuos, incluidos los conocimientos no académicos. Los instrumentos del ciberespacio permiten crear vastos sistemas de tests automatizados accesibles en todo momento, y redes de transacción entre la oferta y la demanda de capacidades. Al organizar las comunicaciones entre empleadores, individuos y medios de aprendizaje de todo tipo, las universidades del futuro contribuirían, de esta manera, al desarrollo de una nueva economía del conocimiento".


Cibercultura - La cultura de la sociedad digital. Informe presentado al Consejo de Europa, relativo al impacto cultural de las TIC (2007). Pierre Lévy (Túnez, 1956), profesor de las universidades de París y Ottawa, pensador y estudioso de la cibercultura y las sociedades del conocimiento.

¿Quién es el experto ahora?



(Por Natalia Scantamburlo) El capítulo 3 de la nueva temporada de la serie Dr. House recrea y describe aquello que venimos discutiendo nosotros los educadores y, específicamente, los educadores en TIC: la llamada sociedad de la información y sociedad del conocimiento (1).

La historia de un joven que ingresa al hospital por un calentamiento en su piel mientras jugaba con videogames, resulta familiar cuando éste a través de Internet verifica sus síntomas y establece diagnósticos como un experto en materia de medicina. De este modo, la información brindada por el buscador Google, incluso, comenzaba a cuestionar las decisiones tomadas por los médicos.

Esto deja entrever, desde el punto de vista educativo, que si bien sabemos que Internet nos provee de una gran masa de información, este fenómeno involucra cuestiones de fondo vinculadas a los “usos inesperados” (2) de las tecnologías, al reconocimeinto de espacios de aprendizajes, la configuración de nuevos roles vinculados a la figura de "experto", la validación y control de información por parte de los usuarios, el concepto de conocimiento, etcétera.

Por otro lado, la serie muestra cómo el protagonista a través de la red tiene la oportunidad de revisar el currículum de los médicos e incluso, casi por curiosidad, de conocer información acerca de sus vidas privadas.

Dice Nicholas Burbules: “Las tecnologías se están volviendo omnipresentes, y se están vinculando en red entre sí (…) estamos permanentemente conectados”; y, lógicamente, esto conlleva varios peligros: vigilancia e invasión de la privacidad, pérdida de la intimidad, etcétera.

El joven, desesperado por su cura, decide conformar una red social en donde los internautas participan enviando sus propios diagnósticos sobre la enfermedad. Posteó su caso en un foro y personas de todo el mundo respondieron.

En una entrevista que realizó el diario La Nación a Burbules, el filósofo dice que “los blogs son herramientas muy poderosas para sumar a seguidores para causas políticas”. Sobre esta idea puede decirse que, simplemente, son muy poderosas para dar lugar a opiniones aisladas (como en este caso), sin un contexto de participación ciudadana. Sin embargo, y aquí sí atañe a la historia, Burbules agrega que “estamos empezando a ver el potencial de estas comunidades”, su efectos y consecuencias en la concepción de construcción de conocimiento.

Tal vez, el caso del paciente no representa en términos educativos un mensaje de prácticas de aprendizaje significativo. Sin embargo, nos sirve para pensar y preguntarnos ¿quién es el experto ahora... Internet, el alumno o el docente?

Deberemos repensar y definir en este punto, cuál es la concepción del saber, qué lugar ocupa la escuela, cuál es el rol del docente y qué estrategias serán factibles implementar para propiciar una verdadera y justa sociedad del conocimiento.

Notas:

(1) Para leer:

http://www.educ.ar/educar/site/educar/kbee:/educar/content/portal-content/taxonomia-recursos/recurso/5e95b201-5867-4ac3-9590-370b544cdb1d.recurso/2c42fc7b-78a6-4b02-b20f-06531a84099a/tecnologia.pdf


(2) Nicholas Burbules - Riesgos y promesas de las TIC en la educación - ¿Qué hemos aprendido en estos últimos diez años?