Redes: una socialización virtual

(Por Alexis Oliva)

Las redes sociales en Internet constituyen en la actualidad un inmenso y creciente universo de ámbitos y funciones que van mucho más allá del “conocer gente”, esta bastante generalizada y superficial idea -acaso en vías de superarse- con que se las suele menospreciar.

En el ya clásico ensayo “La construcción social de la realidad”, Peter Berger y Thomas Luckmann explican que a la socialización primaria que el ser humano adquiere en el seno familiar, le sucede una secundaria, generalmente impartida en la escuela. En este segundo momento “el individuo internaliza submundos diferentes” y tiene acceso “al conocimiento de una realidad compleja y segmentada”.

Hoy, para millones de adolescentes, las redes son nada menos que el lugar de una socialización que continúa a la que experimentan en el seno familiar y en la escuela, que compite en muchos casos con la educación formal. Paradójicamente, a pesar de ser la escuela un espacio “institucional” y “real”, se encuentra en gran medida en desventaja frente a las redes sociales “informales” y “virtuales”. Y no sólo por su novedad y atractivo, sino por una variada y potente gama de usos que en muchos aspectos podría -y debería- ser aprovechada por la propia escuela.

La base del fenómeno, es la Web 2.0 –conocida como “Web social” o “del nuevo milenio”-, que estrictamente hablando no es una tecnología ni un programa, sino una forma de concebir y diseñar a la Web, centrada en el usuario, facilitando la interactividad, la cooperación y el control de la información individual de cada uno.

Así, el paso de la Web 1.0, caracterizada por la actividad de sólo lectura, a la 2.0, pensada para la lectura-escritura, supone un salto cualitativo que expande las posibilidades para crear y compartir conocimientos, lo que resulta de gran atractivo y utilidad no sólo para públicos juveniles.

Es este concepto lo que ha posibilitado la irrupción de verdaderos sucesos como Facebook, Twiter, YouTube, MySpace, Yahoo Respuestas, Hi5, Metroflog, Badoo, Orkut Google y Flickr, por citar algunas de las redes más populares, que pueden ser usadas para mucho más y mejor que convocar a “chupinas” masivas, burlar controles de alcoholemia, exhibir el erotismo adolescente o difundir la violencia física o simbólica. Para dar apenas un ejemplo, pueden servir como ámbito de un amplio y profundo debate público sobre cuál es la mejor forma de preservar nuestro planeta y medio ambiente.

Compartir intereses, experiencias y saberes; establecer contactos personales, laborales y/o comerciales; ejercer y respetar la libre expresión de ideas y opiniones; organizar y difundir campañas educativas, solidarias y de toma de conciencia, son algunas de las posibilidades que brindan las redes, aunque también debe tenerse presente que como toda tecnología poderosa puede ser usada con fines socialmente nocivos, antiéticos o incluso delictivos.

No obstante, la actitud más inteligente pasa por asumir que no todos pueden ser “amigos” y manejarse con prudencia y consideración hacia los demás, pero sin demonizar ni despreciar una herramienta de inmenso potencial educativo y con una impronta pluralista y democratizadora.

Más allá de los reparos y alertas que conllevan, desde el punto de vista de la tarea docente es posible y deseable comenzar a concebir a las redes sociales no como un temible adversario, sino como un territorio quizás extranjero pero aliado, en el cual los jóvenes encuentren el ámbito propicio para una socialización complementaria de las que brindan -y seguirán brindando- la familia y la escuela.

Es decir, aportar a la construcción de esa socialización virtual, pero comprometida, sensible y solidaria, que pueda alentar a los jóvenes asentirse parte de los problemas y desafíos de la comunidad y propicie el ejercicio de su condición de sujetos políticos activos.



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