¿Cómo seguir apostando a la educación?

Escena de La Sociedad de los Poetas Muertos,
de Peter Weir, un clásico del cine sobre educación

(Por Silvina Chali) A propósito de “¿Quién es el experto ahora?”, hace un par de años que me hice las siguientes preguntas… ¿Por qué recuerdo a mi maestra de cuarto grado con tanto cariño y las otras maestras quedaron en el olvido? ¿Qué hizo que me fascinara tanto historia en tercer año? ¿Por qué nunca olvidé a mi primera profe de piano?

Una parte de las respuestas me la dio Sigmund Freud en su texto “Psicología del Colegial”, donde describe los movimientos afectivos que se producen en la relación docente-alumno:
“Nos unía una corriente subterránea jamás interrumpida (…) los cortejábamos, o nos apartábamos de nuestros profesores, imaginábamos su probable simpatía o antipatía, estudiábamos sus caracteres y formábamos o deformábamos los nuestros tomándolos como modelos (…) atisbábamos sus más pequeñas debilidades y estábamos orgullosos de sus virtudes, de su sapiencia, de su justicia. En el fondo los amábamos entrañablemente cuando nos daban el menor motivo para ello”.

Indagando aún más, supe que a esto se le llama Transferencia. La Transferencia es el amor dirigido a aquel a quién se le supone un saber. Al analista se le supone un saber sobre los constituyentes del ser; el pedagogo es un sujeto que posee un saber adquirido, transmitido por sus maestros y que él ha de transmitir a su vez desde una posición de autoridad necesaria para que el alumno posea ese saber.

Las condiciones requeridas para la instalación de la transferencia se encuentran en la asimetría de lugares. En el proceso de enseñanza aprendizaje, hay sin duda una disparidad intrínseca entre los dos protagonistas: uno ocupa la función del docente, el otro del alumno.

El docente detenta un saber que aspira inculcar al alumno. La transmisión de ese saber no se efectúa desde una posición de neutralidad, porque el propio saber nunca es neutro, es portador de una gran carga afectiva y de significaciones múltiples. La transmisión de conocimiento nunca se efectúa de manera aséptica, muy por el contrario, está teñida de incidencias afectivas, muchas veces favoreciendo el proceso de enseñanza aprendizaje; otras, entorpeciéndolo.

Pero indagué aún más para dar respuestas a mis preguntas y me encontré con Jacques Lacan, quién pone como fundamento de la Transferencia el concepto de Sujeto Supuesto al Saber, que puede traducirse como alguien de quien los demás suponen que sabe, el sólo hecho de hacer una pregunta a alguien ya lo constituye como Sujeto Supuesto al Saber.

Jacques Alain Miller, en el libro Recorrido de Lacan, nos dice: “El Sujeto Supuesto al Saber, es para nosotros el pivote con respecto al cual se articula todo lo que tiene que ver con la transferencia. “Pivote” es una palabra interesante que puede designar ese trozo de metal o madera sobre el cual gira algo y en forma figurada, señala el sostén principal de algo”.

Al comienzo del Seminario VIII La transferencia, Lacan enfatiza la noción de asimetría de los sujetos involucrados en esta relación: “He anunciado este año que trataré la transferencia en su disparidad subjetiva (…) disparidad no es un término que me haya sido fácil elegir. Indica fundamentalmente que se encuentra en juego algo que va más allá de la asimetría entre los sujetos. (…) Disparidad subjetiva (…) entiendo por ello que la posición de los dos sujetos en presencia no es de ningún modo equivalente”.

La función del Sujeto Supuesto al Saber puede ser ocupada por cualquier otro a partir del momento en que se establece una relación; por eso decimos que la transferencia en sentido amplio no corresponde en exclusividad a la situación analítica y que el Otro, que no fuera el analista, detentaría lo que el sujeto no tiene a su disposición, lo que le falta.
Por eso sostenemos que existe una relación transferencial en el proceso de enseñanza aprendizaje en donde el Otro (docente) detenta lo que el sujeto (alumno) no tiene a su disposición, lo que le falta.

Ahora bien, me doy cuenta que a mi maestra de cuarto grado, al docente de Historia de tercer año, a mi primera profesora de piano, las coloqué en el lugar de Sujeto Supuesto al Saber ; ya que despertaron en mi curiosidad, me permitieron “impresionarme” con el contenido del saber y ambicionar ese objeto precioso que poseían mis maestros.

Hoy, no puedo desconocer que mi práctica como docente está atravesada por la devaluación de la profesión docente, por la ruptura de los lazos sociales, somos sujetos sociales inmersos en la misma realidad socio-económica, implicados además por la responsabilidad ética que nos impone nuestra profesión.

John Keating (Robin Williams), paradigma del docente que por
vías no convencionales logra hacer pensar a sus alumnos


Entonces, ¿cómo seguir apostando a la educación? Lo que puede hacer la educación es conectar al sujeto de la educación con una forma de realización con lo social. Lo que el sujeto quiere saber en cuanto concierne a su educación es si el educador será capaz de interesarse por su peculiaridad y admitirla dándole curso social.

Como dije antes, hablamos de dos saberes en la educación, el del docente, quien conoce los contenidos culturales que cada momento histórico y cada grupo social considera necesario transmitir a las nuevas generaciones, quien muestra e incita a adquirir tal patrimonio y el del alumno, quien es quien tiene la posibilidad de decir si, como decir no, a esa propuesta para adquirir los saberes de la cultura que llamamos educación, donde se plantea lo que Lacan llama disparidad subjetiva, entendiendo por ello que la posición del alumno y del docente no es de ningún modo equivalente, estableciéndose no sólo la relación entre los dos sujetos implicados en este proceso, sino también con el saber.

El docente realiza un ejercicio profesional de la función educativa, ejerciendo su autoridad al legitimar los intereses del alumno, atendiendo y escuchando para saber algo en torno a ellos y realizar una enseñanza pertinente.

Me gusta pensar en el método de enseñanza de Sócrates: la conversación, el diálogo, ese examen en común que requiere de la pregunta que penetra hasta el interior y llega a la respuesta. Sócrates no se identificaba con el saber que otros le suponían. Él hacía uso de los semblantes no creyendo él mismo ser el maestro sabelotodo. Buscaba que sus seguidores precipitaran sus opiniones. Luego los desplazaba con un “no es suficiente”, quiero escuchar otras opiniones. Hacía el semblante del maestro que orienta en la búsqueda del querer saber. Es decir, ponía el saber del lado de sus discípulos y en esa dirección, provocaba el trabajo de búsqueda del saber en sus alumnos. La autoridad que el docente tiene es porque hace su transferencia al saber.

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